Esperando su tormenta
A paciencia de lágrima
Mil gotas, o un millón...
Avanza prolija, sonríe al brindar...
Alza su copa y piensa:
“Al brindarme, mucho más”
Esto sería un cuaderno virtual, que espero... divierta a alguien. Procuraré brindar contenidos diversos y de increíble intrascendencia tanto para el ojo agudo como para el retardado mental. Mientras tanto espero que alguien disfrute la lectura.
Esperando su tormenta
A paciencia de lágrima
Mil gotas, o un millón...
Avanza prolija, sonríe al brindar...
Alza su copa y piensa:
“Al brindarme, mucho más”
Levanta príncipes en oro,
los calza en zapatitos de barro.
Bien se sabe cuidar
de que sean caballerosos.
Pues así al caminar
aceptan su mochila gustosos.
Y ahí ya es tragedia, al tomar la primer valija
se quiebran en mil pedazos, los zapatitos de arcilla.
Muy bien cuidada, la princesa en su castillo
almienta sus dragones de oro macizo.
Luciendo soledad, tejiendo su destino.
morbosa se sonríe, pues es de buen tejer...
Se demuestra hábilmente, que lo ha hecho muy bien.
Pero no se engaña y no te engañes,
No la juzgues y no le digas cruel.
Pues si ahoga el llanto en su tejido:
Es que tus zapatitos y su corazón
compartieron el mismo crujido.
Y si te vas y no me dejas mas que las ganas de habar de ti, o de hablarte a ti... De mi.
No sé, no me parece justo ni en mi más inmenso sistema recompensatorio del ego.
Vengo caminando por la plaza y tan solo el ímpetu del viento empujando hojas secas me habla de lo que terminó. Pero es verano, así que ni eso. Prefiero la lluvia y el invierno, quisiera tener una excusa para recluirme en la profundidad de las sábanas, quisiera que el viento frío me saque las lágrimas, que a todos nos cueste salir por las noches... Pero no. La injusticia del buen tiempo y la tristeza de las vacaciones son tan insoportables como el: “¿Salinas? – Presente”. Tan constante y tan a diario como la estupidez de las palomas. Esas que, grises como el asfalto en el que se diluyen tras la abrupta caricia del caucho, mueren secas sobre venas urbanas que no laten sino en el recorrido de un sesenta, un doce, un ciento cincuenta y dos, un quince, un cuarenta y uno, un veintitrés, cuarenta y ocho, un sesenta y tres, incluso otros... Qué triste, qué pedorro. Qué calor. Y sí, además hace calor. Aunque eso es otra cosa. Más “otra” que “cosa”, pero al fin y al cabo: “es otra cosa.”
Qué andarás haciendo me pregunto. Lo terrible es que me contesto ¡Ay las cosas que me contesto! Ojalá no hablara tanto conmigo mismo. Es ese ego, ese que no me deja en paz y que sufija la primer sílaba de mi nombre. Ese que lastimadito como está, no padece más que una lombriz solitaria que morfa y pide a gritos que le den de comer ¡Y qué indigestiones mamita! Qué indigestiones.
Ahora me toca de ayuno, me toca matarlo de hambre. Pero se hizo tan mío que me debilito. Tengo que pasar el rato sin darle ni una papa frita, ni un churro, ni una galletita de agua sin sal... Sólo suero. Me da sueño todo el tiempo pero me despierto a pensamientos mal conectados. Tan mal conectados que si lo pienso... Creo que no son pensamientos. Pero como no puedo pensar bien, no me puedo poner a pensar si efectivamente son pensamientos mal pensados u otras cosas -más cosas que otras, pero al fin y al cabo: otras cosas-, no lo pienso.
Y así es como escribo, sin pensar tanto. Con las ganas de reírme un rato y de quejarme otro. Tengo tantas ganas de tantas cosas... Las más fuertes son mis ganas de tener ganas.
Las primeras, precediendo a las segundas, necesariamente resultan más fuertes que las que las suceden. Siendo las segundas una intención creada a partir de las primeras, las cuales no son sino: un sentimiento sincero. Pero siendo así las segundas casi no existen y las primeras, tan sólo anhelo de las segundas, se anulan en el intento insentido en el que naufragan estas últimas. Siendo así, no tendría ganas... Pero eso, es otra cosa...